sábado, 4 de julio de 2009

TCHAIKOVSKI ME DUELE

Siento como si estuviera siendo observada, quizá perseguida. Estoy a la mitad de una pradera, con un cuchillo de cocina que no sé por qué traigo en la mano. Salí a caminar sin rumbo, siento una opresión en el pecho y una punzada que me taladra en la parte trasera de la cabeza.

Quizá son mis propios sentimientos pero tengo necesidad de correr despavorida, sin importarme si me tropiezo con el largo vestido vaporoso que traigo. El pasto está húmedo y poco a poco mis pies empiezan a acumular lodo. Es sucio pero es agradable. Es fresco.

Hay una brisa húmeda que corre por mi rostro, que se mezcla con mis lágrimas. Siento una desolación inenarrable, quizá por la soledad de mi alma o por el agotamiento de tanto agobio. Ya no quiero seguir, quiero rendirme, quisiera volar, pero hay algo que me detiene en el suelo. Es tanto el lodo que la velocidad se ha ido aminorando, hasta que llego a la orilla de un arroyuelo donde me trato de lavar los pies.

Percibo la presencia de un venado, que me mira fijamente. Sus ojos me cautivan, tienen una profundidad que no puedo describir, porque si le pongo calificativos quizá me absorba en ella y desaparezca. El venado parpadea y se va, como dando pequeños saltos. Necesito perseguirlo e inevitablemente salto igual que él. Me lleva por un bosque que huele a mojado y a madera musgosa, como cuando era pequeña y me perdía en el jardín de mis padres, huyendo de la soledad de estar acompañada. Hoy estoy igual, huyendo de la soledad de estar aburrida.

El venado desaparece y me quedo a sola con mis temores. Quiero saber si voy a poder seguir, he hecho lo mejor que puedo y siento que no es suficiente, pero tampoco sé qué más puedo hacer. Me cuestiono y sigo llorando, me siento desamparada, abatida y colmada por el olor de la naturaleza que acentúa lo amargo de mis lágrimas.

La desesperación me hace no querer continuar conmigo, me quiero dejar atrás y dejarme sola y le echo la culpa al venado por haberme abandonado. En mi consternación lo busco, quiero que me resuelva todos mis problemas. Quiero que se haga responsable de lo que me pasa, quiero que sea el culpable de mi derrota, de todo mi intolerable agobio.

De repente, mis ojos vuelven a toparse con los suyos, aunque ya está lejos fuera de mi alcance, al otro lado de una gran hendidura. Todavía busco una forma para poderlo alcanzar, pero simplemente no la hay. Vuelvo a tratar de encontrarme con su mirada, pero ya no está. Venado junto con mirada han desaparecido, dejándome con mis sentimientos aplastantes y mi propio fastidio. Qué bueno. De haberlo tenido ante mí, quizá lo hubiera matado, a ver si con él, se iba mi penar.

Empiezo a caminar nuevamente sin rumbo y me doy cuenta que el cuchillo ha desaparecido de mis manos. Lentamente, el paisaje empieza a desvanecerse ante mis ojos, poco a poco el aroma boscoso es sustituido intensamente por el de un café goteando. Estoy en mi cama, sudando, angustiada… y mis pies siguen llenos de lodo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario